Escritura

Psicología de los personajes

¡Hola! Hacía tiempo que no me dejaba caer por el blog, pero es que se avecinan *cosas* muy guays y tengo entre poco y nada de tiempo libre. Pero me apetecía hacer otra entrada sobre escritura, so… ¡aquí estoy!

No sé si lo sabréis, pero la escritora Julia De la Fuente está organizando el #campwithJ, un campamento de escritura twittero que tiene como objetivo unir a escritores y escritoras durante todo julio para motivarse a la hora de escribir, compartir avances y pasarlo bien juntos. ¿Cómo funciona? Hay cabañas capitaneadas por distintas y talentosas escritoras con franjas horarias muy diversas. Eliges a la que quieres unirte (cada una tiene su propio hashtag) y comentas lo que estás escribiendo. Novelas, relatos, artículos… Aquí lo importante es escribir acompañado. Julia también ha preparado juegos y vídeos con consejos literarios. Si queréis saber más sobre la iniciativa, pinchad aquí. Está genial, en serio.

Precisamente, fue Julia la que me dio la idea para hacer esta entrada. Participé en un directo en su Instagram la semana pasada para hablar sobre la organización y planificación que sigo con mis novelas y dar consejos para la creación de historias, lo que incluía a los personajes. Me gustó y me quedé con ganas de extenderme más (porque soy un poco chapas, si no lo sabéis os lo digo yo). Así que ya conocéis el motivo de que hoy esté por aquí.

Hecha la introducción, vamos al meollo del asunto: la psicología de los personajes. Creo que todos coincidimos en que una buena historia es sinónimo de buenos personajes. Tienen que ser humanos, grises, tener un trasfondo interesante, una voz narrativa inolvidable que se corresponda con la época en la que viven, algo que les haga dejar huella en el lector, que parezcan vivos. Creo que en esto último se resume todo: los personajes tienen que estar vivos. Ser como tú o como yo. Que cuando te pregunten algo sobre ellos seas capaz de contestar en menos de veinte segundos (es broma, pero se entiende por dónde voy, ¿no?). Cuanto más mimo dediquemos a los personajes a la hora de crearlos, más reales serán. Os voy a dar algunas herramientas/consejos que uso en mis historias para conseguirlo.

Olga sonríe tanto porque todavía no ha tenido que escribir la sinopsis

Como dijo una vez Henry Miller, «la mayor parte de la escritura se hace lejos de la máquina de escribir». Los personajes, al igual que la historia que los engloba, germinan. Nacen, crecen, se reproducen (a veces) y mueren (aunque nos duela). Hay que pensarlos mucho y volverlos a pensar, inspirarnos en todo lo que podamos encontrar y que nos sirva de ayuda y ejemplo. Tableros de Pinterest, páginas con simuladores de personajes, aesthetics, música… Todo es bienvenido para empezar a darles forma. Una cosa que me funciona muy bien para hacerme una idea de cómo son los personajes es situarlos en distintas partes de la novela y pensar en cinco cosas importantes para ellos al inicio de la trama, a la mitad de su desarrollo y al final de la historia. Esto ayuda a ver por dónde discurrirán sus caminos y a repartir el peso de las subtramas.

Si el personaje desea vengarse por la muerte de su *inserte ser querido*, hay que desarrollar esa motivación en su voz narrativa y que el viaje hasta su X sea lógico con sus intereses en cada momento

La historia que cada personaje carga a sus espaldas, el bagaje, es fundamental para entenderles. Para saber cómo son, a dónde quieren ir, con quién. En su pasado puede encontrarse el desencadenante principal de la trama, el suceso que lo cambia todo. Cada personaje tiene su propia historia que contar. Y para conocer los entresijos de esa historia, saber qué queremos contar, lo que más me ayuda es plasmar las cosas importantes que han sucedido en su vida hasta el momento de iniciarse la novela.

¿Eso qué supone? Pues mucho curro y escribir cosas que seguramente nunca aparezcan en tu novela, pero los personajes quedan mucho más definidos y casi parece que anden solos. En la historia de cada uno de mis personajes, yo suelo incluir un relato sobre la zona en la que viven, la época del instituto, amigos de la infancia, amigos de la adolescencia, parejas, acontecimientos que les hayan marcado, sitios por los que suelen moverse cuando salen, dónde pasan los veranos, cómo se conocieron sus padres, relación con los hermanos… ¿Necesitamos saber de qué ciudad eran sus antepasados para empezar a escribir? Depende de cada uno. Hay novelas en las que dibujar un árbol genealógico se convierte en una herramienta indispensable para el escritor porque le ayuda a tenerlo todo más organizado, hay otras novelas en las que quizás no haga tanta falta. Tu novela es tuya y de nadie más: tú decides cómo vivir tu propia aventura, como en los libros de R. L. Stine.

Consejo: utilizar una línea temporal o un esquemita dibujado a mano para situar los momentos clave que ha tenido el personaje antes de que empiece la novela también puede servir de ayuda.

Los pequeños gestos también dicen mucho de nosotros. ¿Tiene tu personaje alguna manía?, ¿una personalidad arrolladora?, ¿le gustan las almendras? Asignarles a los personajes peculiaridades y gustos, por ejemplo, aumenta la percepción de que estamos refiriéndonos a una persona real y no a un conjunto de letras que a veces dicen cosas. Basándome en mi propia experiencia, os aconsejo empezar por la base: la personalidad. Y luego jugar a hacerles preguntas: ¿tímido?, ¿extrovertido?, ¿valiente?, ¿impulsivo? Pensad en cómo actúan en la novela, qué clase de persona se esconde detrás. No tienen por qué ser solo rasgos positivos, ojo: el mundo no es blanco. Ni negro.

Para los gustos yo sigo el mismo método. Suelo hacer dos columnas: una para las cosas que le gustan al personaje y otra para las cosas que odia. Intentad que esté equilibrado y no repetir obviedades: si al personaje le gusta la tortilla con cebolla, se sobreentiende que la tortilla sin cebolla no le va mucho; no hace falta ponerlo en las dos columnas. Yo intento repartir el porcentaje de gustos y odios entre: comidas (el café siempre es un elemento de controversia), lugares (si le gustan o no las discotecas, la playa, las calles vacías), actividades (¿patina?, ¿no le gustan los bolos porque nunca consigue tirar uno?) y manías personales (si odiar los lunes se puede considerar manía y no algo normal…).

Pero lo que más me ayuda a definir un personaje (y con lo que mejor me lo paso) es imaginarlos en distintas situaciones, situaciones que no tienen por qué darse nunca en la novela, pero que te aportan muchísima información. ¿Cómo reaccionaría tu personaje si le lanzaran una Coca-Cola encima? ¿Y si estuviera en un sitio lleno de gente, apretujado? ¿Qué haría si escuchara un ruido y estuviera solo en casa por la noche? La personalidad no es un constructo rígido e invariable; se moldea con el aprendizaje, con la experiencia. La personalidad aflora y depende de la situación en la que estemos inmersos, aunque su esencia permanece en nosotros. Por eso hablamos de rasgos. La clave es no perder esa esencia, recogerla, pero tener claro lo que haría cada personaje con su bagaje.

Por cierto, si os lo estáis preguntando: sí, de la pregunta de la Coca-Cola nació ESA escena de Ayer, nosotros, hoy.

En cuanto a lo de escuchar un ruido por la noche… Yo no reaccionaría bien, desde luego.

Aunque si hay que hablar de esencia, creo que los diálogos lo son todo. O casi todo. Para los que hayáis leído Seis de Cuervos, seguro que seguís recordando el mítico diálogo entre todos los personajes en el que hablaban de la mejor manera de robarle a un hombre la cartera. Los personajes se perfilan a sí mismos cada vez que hablan. Hay que buscar esa expresión única en su voz, conseguir que todo a lo que nos hemos referido anteriormente quede reflejado en los diálogos. Las muletillas son una buena herramienta: ¿hay algo que el personaje diga siempre que está cabreado?, ¿un mote cariñoso con el que referirse a otro personaje? También hay que tener muy en cuenta su edad, dónde vive, con quién se rodea. En Madrid se utilizan expresiones que no se utilizan en ninguna otra parte, por ejemplo. Quedaría un poco raro que un inglés dijera: te quiero mazo, tío.

¡Y eso es todo por hoy! ¿Os han servido los consejos? Si los aplicáis o tenéis pensado hacerlo, me haría mucha ilusión que me lo dijeráis. Como habréis podido comprobar, me encanta hablar de crear y de escritura. Así que puede que tengáis más entradas de este tipo muy pronto 🙂

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *